Atzcapotzalco

Atzcapotzalco
a principios del siglo XX

lunes, 31 de agosto de 2009

LA MALINCHE

José Antonio Urdapilleta Pérez

Atzcapotzalco, como muchos pueblos antiguos y con tradición, cuenta con una gran variedad de historias y leyendas, entre éstas tenemos las que se refieren al personaje femenino que se bañaba en las límpidas aguas del manantial de Zancopinca.
Este plácido lugar se encontraba al oriente de la Villa de Atzcapotzalco, entre los barrios de Santa María Malinalco y San Bernabé Acolnáhuac y en tierras del rancho de Azpeitia, era un ojo de agua bordeado por un brocal de piedra del cual salía un acueducto que llevaba agua potable a las Salinas y a Tlatelolco.
En la orilla de este remanso se podía ver la figura de una hermosa doncella que bañaba y peinaba su luenga cabellera, tan divina visión fue motivo suficiente para que cualquier aventurado efebo se lanzara en pos de la conquista amorosa, más, ¡cuál no sería su sorpresa al encontrar, en lugar del bello rostro, la demoniaca imagen de un caballo que le sonreía sardónicamente!
No pocos cayeron desmayados ante tal portento y, aún más, muchos fueron los que desaparecieron en pos de la ninfa o amanecieron ahogados en las encantadas aguas del manantial.
Pero, ¿quién es esta misteriosa náyade que sin misericordia aparta del camino al joven enamorado? Para la mayoría sólo un personaje puede ser, La Malinche, quien como castigo de haber ayudado al español a la conquista de México, paga su culpa guardando celosamente aquel tesoro que el Guautemotzin fue a esconder bajo las aguas de Zancopinca.
Entre las historias que se tejen alrededor de esta mujer se encuentra la contada al que suscribe por don Manuel Márquez, vecino Comalero del barrio de la Asunción y que va más o menos así:
“...Esta historia me la contaron los suegros de mi hermano que allá con los antepasados, allá por Jerusalem, ahí, a salir a Coachilco, se hizo una comida en la huerta llamada Ahuacatitla. Fue allí, cuando esta sirena fue a ver al rey, al Tlatohuane . Entonces fue y preguntó al soldado que estaba allí, haciendo guardia:
-Hey, oiga, perdone, ¿qué no estará ahí el rey?
-Está ocupado.
-Bueno, es que lo necesito muy urgente, quiero hablar con él.
Por fin, que tanto le neció que le ganó la voluntad a aquella persona que fue y le habló, entonces ya llegó el rey y lo saludó la mujercita de blanco.
-Pues quiero hablar con usted unas palabras.
Entonces ya salió y allá en Ahuacatitla estaban y en un momento apareció un pozo -no se cómo, yo creo que ya de Dios estaba- que se lo encapuchó con las piernas convertidas en mitad de pescado y de allí se metieron en el pozo.
Por más que intentaron arrebatarle a la sirena al Tlatohuane no pudieron, por fin que mandaron traer al Padre, como era motivo para eso, ya que ella venía destinadamente a traer al rey. Pues vino el Padre y les echó la bendición.
Dicen que se hizo un remolino y se fue, se perdió esta sirena, por Tezonapa, por ahí venían, por eso le pusieron Tezonapa por que ahí llegó, dicen que, según eso platican, que ahí le lavó las barbas al rey y por eso le dicen Tezonapa y ese Tezonapa está en la historia, y de ahí paso a la alberca.
Dicen que a la esposa del rey le llegaba todos los días verdura a su casa en mandado así, a su casa, todos los días, y ya después, con el tiempo, se desapareció de allí y se vino a la alberca esa.
Dicen que los que se iban a bañar y se la encontraban aparecían ahogados, dicen que ahí se encontraba y salía a las doce del día...”

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